Todo lo que pido es el cielo sobre mí y un buen camino a mis pies
|“Todo lo que pido es el cielo sobre mí y un buen camino a mis pies”
Por Arantxa R.F.
Hace unos días, un gran amigo, Bernardo Vives, me pidió que contara mi historia motera, así que aquí estoy frente al ordenador tratando de escribir las primeras líneas de esta historia.
¿Cómo empezar…? Siempre he dicho que creo que desde pequeñita llevo gasolina en vena (risas) y esto es porque mis tíos competían en motocross, y muchas eran las veces que me llevaban a verlos. Tampoco tengo recuerdos muy nítidos, sólo que acababa llena de polvo y barro, pero tampoco me importaba, el entusiasmo era inmenso.
También se debe a que soy de Alcañiz, al decir esto lo primero que os habrá venido en mente es Motorland. Pues bien, no, también pero no (eso vendrá después) me refería a sus carreras automovilísticas urbanas.
Recuerdo ver una parrilla de coches de carreras atravesando mi pueblo a más de 200 km/hora, y eso es algo que difícilmente puede ser olvidado. Sólo oír el rugido de un motor se me ponían todos los pelos de punta, y para entonces igual me daba que fuera de moto o coche.
Pero cuando realmente me di cuenta que yo quería una moto fue cuando por primera vez, con 13 años, y sin tener ni idea siquiera de cómo iba una moto, y mucho menos una de marchas, un amigo me dejó su Gilera. Yo, más valiente que nadie y sin pensármelo, me monté. No recuerdo ni cómo arranqué la moto, sólo recuerdo que estaba frenando con el embrague y me estampé contra un muro de hormigón. Afortundamente no pasó nada y todo quedó en unas risas. Aquél día me mosquée y llegue a casa pidiéndole a mi padre una moto. Yo tenía que aprender. Quería aprender. Algo en mi despertó. Había algo que me llamaba la atención, realmente siempre he sido una chica muy curiosa y decidida. Supongo que a veces se necesita un momento de locura y decir ¡lo voy a hacer! Como muchos sabréis, un padre tiene un instinto protector especial hacia su hija, y me lo intentó quitar de la cabeza durante mucho tiempo, pero al ver que yo seguía en mis trece y tras llegar un día a casa con el carnet de ciclomotor sin haber dicho nada a nadie de que me lo iba a sacar y habiendo roto la hucha para ello… me dijo: “prepárate que nos vamos a por una moto”. No cabía en mi de la alegría, casi no podía ni creermelo. Tal fue así, que en el primer taller, la primera moto que vi dije: “¡ésta!. Era una scooter, en concreto una Yamaha Aerox, algo sencillito para empezar. Llegaron los 18 años, momento de sacarse el carnet de coche y también de marcharme a la ciudad a estudiar. La moto quedó relevada en un segundo plano por falta de tiempo, pero pasaban los días y siempre me quedaba la espinita esa de…. ¿para cuando una moto grande?.
Así que un buen día me levante y dije, ¡a por el carnet! Aprobé tanto el circuito abierto como el cerrado a la primera. Mi padre me llegó a decir que me compraría una moto de esas cuando él muriera. Sólo tenía el apoyo de mi madre y valía casi por dos. Le encantaba la idea de que su hija llevara una moto “grande”. Creo que en eso siempre nos hemos parecido, amamos la libertad. Y creo también que hay mucha gente que a fuerza de querer evitar todos los peligros y errores de la vida, hacen de su vida entera un constante peligro lleno de errores. Así que me dijo: “si eso es lo que te hace feliz, adelante. Pero jamás pierdas tu norte, ten cabeza”. Así que me decidí por una Aprilia Shiver de 750cc. De esto hace a penas medio año, y desde entonces no he parado.
La mayoría de domingos salimos de ruta, e incluso hemos llegado a rodar en el Karting de Motorland con las motos de calle. Una de las veces con las pitebike y esto fue en Benicassim. Yo no tengo pero un amigo me dejó una y ¡guau! ¡Qué pasada! Fue ahí donde aprendí a tocar rodilla. Y después de eso, el hecho de tocar rodilla era lo de menos. En cuanto cogí la técnica y vi que podía, con cualquier moto me resultaba fácil. Desde ese momento lo único que me importaba era bajar tiempos. E incluso he llegado a probar el motocross en un circuito de tierra en Cabanes (Castellón), tengo que reconocer que esa modalidad es bastante más complicada, hay que tener buena forma física y es totalmente distinto. Si se te da bien puede ser muy divertido, yo guardo una buena experiencia de aquél día y espero que no sea la única, pero tengo que reconocer que me quedé tirada en una cuesta-curva, aguantando la moto y las piernas hundidas en barro, y me dije “la que acabas de liar Manolete, que si no sabes torear para qué te metes”. Y ya vinieron con un quad a sacarme de allí entre risas y bromas varias. Y así pasaban los días, entre Kartings y rutas. Al principio me costaba seguir el ritmo sobre todo en zona de curvas, pero he tenido buenas maestros que a base de darme rueda y consejos, han hecho posible que fuera aprendiendo y mejorando cada vez más. Hasta que llegó un día que un buen amigo me dijo: “vamos a Cheste, te dejo mi GsxR para que entres, no tienes huevos”. Me quedé mirándolo fijamente y le dije: ¡me sobran!
Así que dicho y hecho, de repente me vi entrando con el coche al Circuito y remolcando las motos….. Lo primero que pensé al oír desde fuera las motos que pasaban por la recta fue: “en menuda te has metido, guapa!”. Me miré los brazos y las piernas y tenía todo el vello de punta….. ¡parecía un erizo! Asi que nada, fuimos a coger las tandas, pusimos los calentadores a las motos, me calcé el mono y entre muchos nervios…¡llegó la hora! Nos pusimos todos los que corríamos en la tanda nº5 en forma de parrilla dentro de un box esperando la orden de salida por el pit line…. empecé a temblar, no sabía ni lo que tenía que hacer. Mi buen amigo que estaba observándome y me vió agitada vino a cogerme de la mano y me dijo: “espérate que salgan todos, y sales tú a tu ritmo”. Total que empezaron a salir, y le dije bajándome la visera: ¡voy al lio! Y es cierto eso que dicen que en cuanto te bajas la visera, abres gas y entras…. te olvidas de todo. Todo salió estupendamente y disfruté como una enana. Una pequeña dosis de placer mientras el camino se va haciendo. Dicen que a quien lo da todo, pone empeño y se supera dia tras día, no se le puede exigir más. En pista la competencia es brutal y todos somos rivales, pero algo que me llamó la atención fue que fuera de ella, el compañerismo lo es todavía más. Compartir una pasión crea casi siempre vínculos muy fuertes y une a las personas.
Desde aquí quiero darle las gracias a esa persona especial que me ha estado siguiendo en esta etapa motera, la que ha hecho posible muchas experiencias, sobretodo la de Cheste dejándome su moto sin pensárselo dos veces, confiando en mí, apostando por mí. Y me alegro no haberte fallado.
Todo esto no ha hecho nada más que empezar. Tenemos previsto rodar en Montmeló a finales de Junio. Y en septiembre a Jerez.
Arantxa RF
Muchas veces no viajamos para buscar un destino. Viajamos para huir de donde hemos partido.